Poesía y Chocolate

qué mejor capote que el de la poesía, en tiempos éstos en los que un verso es una bala perdida en el pasado (¡ay, pobre Celaya y su arma cargada de futuro!).


No es buena época para la lírica, salvo para los «nerones» de turno que se dan a la lira mientras contemplan el incendio a sus pies (perdón por la regresión a la política).



Lo que hoy merece reseñarse es la apuesta que la Universidad de León ha hecho por la poesía al convocar un premio que el próximo jueves recibirá Jaime Siles, un poeta de renombre y referente de vates aprendices con aquel «Canon» que en 1973 mereció el premio Ocnos, una editorial cuyos poemarios, (entre ellos el de Leopoldo María Panero, «Así se fundó Carnaby Street»), eran el canon para una generación que se había creído a Gabriel Celaya. De aquello han pasado casi cuarenta años, y ahora los poetas, aunque siguen igual de vanidosos que siempre, como todo creador que se precie, no aspiran a morirse de tuberculosis ni de hambre (como era fama en los poetas clásicos).



Ahora la poesía es la que se muere de hambre de lectores, y los poetas, aunque afamados, necesitan premios como el que el día 9 va a recibir Siles en el Hostal de San Marcos en una fiesta que recuerda aquellos juegos florales literarios que hace décadas florecían por toda España y que casi siempre ganaban los hermanos Carlos y Antonio Murciano.



Bien está que la Universidad de León premie a un poeta ya muy premiado y consagrado; pero mejor estaría que en la próxima edición los 6.000 euros del ala fueran al bolsillo de algún universitario que hubiera hecho botellón con Catulo, Baudelaire o Neruda, por ejemplo (incluso con Gamoneda, Colinas o Mestre, por citar a los de la tierra).



Y de la poesía, al chocolate, que no son sinónimos, pero suelen coincidir en sentimientos que provocan, pese a que haya espadas como labios (Aleixandre) y chocolate hervido, chocolate perdido (Anónimo). Resulta que el próximo fin de semana se celebra el Salón Internacional del Chocolate de Astorga, una apetecible cita que en esta edición promete romper todas las marcas de expositores y visitantes.



Poesía y chocolate: buena alternativa para el soporífero y tedioso cambalache político.

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