Como escribí en el prólogo a la edición española de Desde Palestina, publicada hace una quincena de años, "una aproximación a la obra poética de Mahmud Darwish (1941-2008) por parte del lector foráneo requiere una serie de acotaciones previas.
Su doble condición de poeta árabe y palestino le sitúa ab initio en un terreno escabroso y a primera vista reacio al cultivo de la expresión estética.
¿Se puede vivir y ejercer el delicado y aleatorio oficio de poeta cuando uno se halla, por obra de un concurso de circunstancias, en el mismísimo centro del ciclón?
El vendaval de la Historia que, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, devasta uno tras otro a los Estados árabes del Oriente Próximo y ha barrido del mapa a un país entero, convirtiendo a sus hijos en un pueblo de refugiados e ilotas en el ámbito de su propia tierra, ¿permite acaso a los poetas y escritores palestinos otra temática que la evocación obsesiva de la diáspora y humillación de sus hermanos y la defensa de una causa por la que, contra toda esperanza inmediata, militan?".
Su trayectoria vital fue la de quien sufrió precozmente las heridas incurables de la Historia.
La tentación reductivista de la poesía como arma de combate contra la opresión y la injusticia acechó a Mahmud Darwish a lo largo de su vida sin que sucumbiera a ella ni rebajara un punto el nivel de su labor creadora.
El poeta debía contender no solo con esto, sino también con una tradición retórica y acartonada contra la que se alzaron ya las voces más significativas de la Nahda [el renacimiento cultural árabe].
Zafarse a la vez del peso de una herencia inmovilizada por el culto de su propia grandeza y de la exposición visceral de unos sentimientos patrióticos justamente ofendidos o de una ideología embebida en los valores del progresismo occidental del pasado siglo constituía un desafío al que Mahmud Darwish se enfrentó con éxito para elaborar una expresión poética personal y auténtica, cuya emoción perdura más allá de las vicisitudes históricas que la originaron.
Como dice el poeta en una de sus obras más significativas, Memoria para el olvido, en su evocación de los horrores del cerco de Beirut por el ejército israelí y de la soledad de los sitiados: "Los círculos literarios árabes se han acostumbrado a suscitar la polémica en torno a la poesía cada vez que estalla una nueva guerra.
Se trata de nuestra tradición cultural: aunamos inexcusablemente ardor bélico y estro poético. Se considera al poeta un comentarista de sucesos, un espoleador de guerras santas, un reportero bélico.
En cada batalla lo mismo: ¿Dónde está el poema cuando se le necesita? La poesía de carácter político se ha fundido con el acontecimiento concreto, fuera del devenir de la Historia...".
Consciente de que la poesía trasciende lo que el periodismo refleja, añade: "¿Cómo podría la nueva literatura árabe -tan necesitada de un poco de serenidad- cuajar en el punto más encendido de la batalla? Y nuestra poesía tradicional -aunque toda poesía es tradicional en estos tiempos-, ¿cómo podría retratar este nuevo canto que fermenta en las entrañas del terremoto? ¡Intelectuales, tened paciencia!"
La lectura de Estado de sitio del poeta asediado primero en Beirut y luego en Ramala no tiene desperdicio y mantiene por desdicha una vivísima actualidad. La evocación de Gaza, convertida desde 2007 en mera "entidad hostil" y bloqueada por tierra, mar y aire aun después de la devastadora operación Plomo Fundido de diciembre de 2009, responde al apremio del momento y afecta a cuantos conocemos la miseria y frustración de los habitantes de la franja.
El entusiasmo suscitado por los Campeonatos Mundiales o Africanos de Fútbol contrastaba con el silencio de la calle árabe, reflejo del de sus Gobiernos.
En los años ochenta y noventa del pasado siglo, como nos recuerda Darwish "todo lo que afectaba a Palestina provocaba en las calles tristeza, gritos e ira.
La opinión pública derribaba al gobernante ante la menor ofensa a ese corazón compartido. Hoy, sin embargo, los gobernantes compiten tratando de sobornar a la opinión pública para que renuncie a ese lugar de consenso .
Sí, el fútbol ocupa el lugar que antes ocupaba Palestina. ¡Arda la calle de ira! ¡Huyan las frustraciones hacia un deporte que no provoca el hastío ni da al gobernante la oportunidad -al menos hasta el momento- de clausurar el terreno de juego...!"
(Cuando en noviembre 2008 viajé a Egipto, mi llegada a El Cairo coincidió con la victoria de la selección nacional en la Copa de África y Midan El Tahrir acogía una multitud exuberante que invadía la calzada, agitaba un mar de banderas e impedía la circulación de los vehículos.
En estas últimas semanas la misma plaza de la Liberación acoge a millones de ciudadanos que han dejado de ser súbditos de un poder corrupto y reclaman pacíficamente democracia y libertad. El cambio de escenario, estoy seguro, habría conmovido a Darwish.)
La trayectoria vital del poeta fue la de quien sufrió precozmente, las heridas incurables de la Historia: su condena brutal a un desarraigo perpetuo.
Si la literatura, como dijo bellamente Pavese, "es una defensa contra las ofensas de la vida", su estrategia defensiva se enriqueció paulatinamente, desde la publicación juvenil de sus poemas de cárcel en su patria ocupada por Israel hasta el admirable.
Es una canción, es una canción, con una intensidad humana y poética que ha transformado su obra militante en algo que trasciende la militancia revolucionaria y la arrima a esa misteriosa carga profética que impregna la obra de Mutanabbi, poeta árabe del siglo X: paso a paso, su rigor moral alcanza una incuestionable dimensión estética.
http://www.poesia-irc.com/j/index.php?option=com_content&view=article&id=7299:homenaje-a-mahmud-darwish-en-ramala&catid=15:noticias-general
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