12 del mediodía, andén de la estación de metro de Colón.
De repente, una joven se sube a uno de los bancos en los que la gente espera y recita: "Dejé morir las lágrimas, la dejé morir, dejé que se ahogara tan acomodada ella en su piel de niña viviendo otra vida".
La joven es Carmen Mejías, una poeta formada en la escuela del cubano Víctor Puertodán que intenta hacerse un hueco en el complicado mundo de la creación literaria.
Ella forma parte, junto con Alicia Martínez y Raúl Lago, del festival Vociferio, un certamen organizado por las salas El Dorado-MAE y Carme Teatre y que persigue "recuperar la conexión del poeta con el pueblo", comentó ayer Martínez.
Con este afán, uno de los actos centrales de este encuentro con la poesía, son los recitales en lugares públicos, para que las palabras pisen el asfalto y también se escuchen bajo tierra, en el metro, lugar donde ayer se celebró la primera jornada.
Los viajeros, atónitos por la sorpresa que les provocaba el recital, se acercaban y se paraban, disfrutaban de la poesía en el andén.
Ya dentro del metro, la palabra rimada hacía el trayecto más ameno, más amable.
"Acercamos un género hacia el que la gente tiene un profundo desconocimiento porque no se suele leer poesía", comentaba Lago mientras transitaba por la estación y repartía trípticos con la programación del festival.
Así, entre recitales y actos paralelos, como charlas y actuaciones cerradas, alrededor de 200 poetas consiguen que sus mensajes calen entre el público. "Queremos conectar a poetas más jóvenes y [...]
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