martes, 26 de julio de 2011

En torno a “Piedra de Sol”


Con sus 584 versos que corresponden a los 584 días de la conjunción de Venus con el Sol y con sus 33 estrofas, Piedra de Sol niega la idea de Edgar Allan Poe según la cual no hay poemas extensos sino conjunciones de poemas breves.



Acerca de esta obra hay muchos ensayos. En Lecturas de Piedra de Sol (2007) los ha antologado Hugo J. Verani, el gran especialista en Octavio Paz

pero hasta donde sabemos el primer libro que se le dedica en su totalidad es El surrealismo de Piedra de Sol entre peras y manzanas de Víctor Manuel Mendiola (Letras Mexicanas, Fondo de Cultura Económica, 2011).



“Modernism” y modernismo

Federico de Onís apuntó en 1931 la característica de los poemas escritos en esta parte del mundo, rasgos ejemplificados en sor Juana Inés de la Cruz: hacen convivir lo que en Europa es incompatible y vuelven simultáneo lo que allá es sucesivo y antagónico.



Así, Piedra de Sol es surrealista por el ejercicio de la imaginación en libertad.



Al mismo tiempo su incesante flujo verbal se vierte en endecasílabos, el metro clásico de la poesía española que es también en sus once sílabas el más cercano al ritmo de la conversación en nuestro idioma.



Cuando estaba de moda la literatura comparada un problema irresoluble era que el inglés llama modernism a lo que nosotros designamos como “vanguardia”.



La distinción se complica porque los grandes poetas modernistas del otro fin de siglo como Rubén Darío y Leopoldo Lugones, abrieron las puertas a la vanguardia que se les opondría y liberaron al verso castellano de todas las sujeciones académicas.



El modernism se caracterizó por su rebelión contra el pentámetro yámbico, equivalente a nuestro endecasílabo.



Los modernistas en Hispanoamérica y en España abandonaron todas las restricciones métricas y practicaron una libertad que sólo se detuvo ante su defensa de la rima.



En este sentido López Velarde es la última gran figura del modernismo y la nueva poesía empieza con Vicente Huidobro en el sur y Salomón de la Selva en Nicaragua y en México.

Historia y poesía.



Ezra Pound ordenó a los poetas de su idioma: Make it new. Gracias a la revolución surrealista, Paz reconvierte en novedad el endecasílabo y lo hace un instrumento dúctil, capaz de reconquistar terrenos que el verso había cedido a la narrativa y el ensayo en el XVIII y el XIX, los grandes siglos de la prosa.



Piedra de Sol se relaciona dialécticamente, esto es como afirmación y negación, con los grandes poemas que lo precedieron: Altazor (Huidobro), Muerte sin fin (Gorostiza), Espacio (Juan Ramón Jiménez), Alturas de Macchu Picchu (Neruda).



No acepta las fronteras dogmáticas entre poesía social y poesía pura, entre la lírica del “yo” y la ambición de un canto colectivo o, en términos actuales, entre poesía del lenguaje y poesía de la experiencia.



Es un poema de la poesía y al mismo tiempo una reflexión sobre la historia encarnada en la de una persona concreta e irrepetible y también de una generación.



Por su riqueza inagotable y su infinita variedad de incitaciones, Piedra de Sol resulta la excepción a la polémica que ha rodeado desde un principio a la obra de Paz.



Deslumbró a sus primeros lectores en 1957, fue celebrado por las siguientes generaciones del siglo XX y al cumplir sus cincuenta años en 2007 no hubo conmemoraciones oficiales sino algo más revelador y sorprendente: la mayoría de los ensayos aparecieron en las revistas del interior y fueron obra de jóvenes menores de 30 años.



Entre ellos destaca, como novedad en la literatura mexicana, la presencia cada vez más notable de las mujeres.

La poesía del tiempo y el tiempo de la poesía

No hay comentarios:

Publicar un comentario